martes, 7 de julio de 2009

Día 12

María Marta Kaiser: - Está en su camarote, acostada, tiene los ojos hinchados de tanto llorar, y un terrible dolor de cabeza...Fue demasiado fuerte para ella reeditar el accidente sufrido por su padre... Pero esta vez no quería que quedara sin investigar el motivo del deceso... Quién podía garantizar un accidente??. Y la mujer que la llevó por delante, casi sin verla, y que lloraba gritando y balbuceando:"- no puede ser... no puede haber ocurrido esto?". Es absolutamente imprescindible realizar una necropsia, pensó. Pero se dio cuenta de que su tristeza y conmoción, habían hecho que pasara un tiempo incalculable... Quizás, ya lo habían arrojado por la borda ... buen plato para los tiburones....Se levantó de un salto totalmente decidida a tomar cartas en el asunto. Hablaría con quien fuese necesario, con tal de esclarecer la muerte.Abríó de un tirón la puerta de su camarote, y se dio de bruces con ese español antipático y poco cordial que miraba a todos "desde arriba del caballo"." - Escuche, señor", le dijo... y él...

Don Gregorio: - "No me interrumpa señora". Don Gregorio continuó altivo hasta el camarote de Pepiño, quien no había contestado a sus reiteradas llamadas.Aporreó la puerta mientras gritaba su nombre. "Pepiño, haga usted el favor de abrir de una vez!"Por fin Pepiño abrió la puerta, luciendo un mal aspecto terrible."Diga usted señor".DG.- Qué caramba se ha creído usted. No me ha contestado ni una llamada. esto es intolerable.
Pepiño:- Disculpe usted, no me he encontrado nada bien, y en enfermería me diero un medicamento que me ha dejado absolutamente grogui hasta que he oido la puerta.


Don Gregorio y Pepiño: - DG se dio cuenta de la certeza de las palabras de Pepiño. Efectivamente, Pepiño no le había fallado jamás. Pepiño, invitó a entrar a DG a su camarote, cosa que este rechazó, naturalmente. Le dijo que se adecentara y que le esperaba en media hora en su camarote. Maria G con los demás y observó con mirada cómplice a Pepiño, quien se encerró de nuevo en su camarote, mientras DG volvía sin mediar palabra al suyo.

Pepiño: - Se duchó y vistió de nuevo y, a pesar de estar algo mareado, se desplazó al vestíbulo del barco, para enterarse de lo ocurrido. Tan solo tropezo con varios pasajeros que contaban cosas distintas sobre lo que había ocurrido, aunque todos coincidían en que parecía ser que alguien había caído por la borda, aunque no estaba claro si ya estaba muerto, si había fallecido al caer o si había sido asesinado. Todas las versiones conducian al fallecimiento del esposo de una de las señoras que estaba sentada en la mesa de la cena.Se dirigió de nuevo al camarote de DG para explicarle lo que se oía entre el pasaje.
Tropezó con María Marta y entablaron una atropellada conversación, que contó con el silencio de Pepiño hasta que la señora Kaiser le dejó hablar.

Pepiño: - Así que nadie sabe nada, a pesar de que usted cree firmemente en un asesinato?. El asunto está complicado. Confío en que aparezca alguien preparado para juntar los detalles y saber la verdad. Voy de inmediato a contarle a Don Gregorio.

María Marta Kaiser: (Dirigiéndose a Pepiño) - No es que yo crea firmemente en un asesinato. Lo que creo, sin lugar a dudas es que hay que hacer una autopsia, para saber cómo murió... De todas maneras, supongo que se dará intervención a la policía, y que tendrán un médico forense... Y si no, la haremos, el médico del crucero y yo; es fundamental. Por los restos que pueda haber debajo de las uñas, podremos saber si subió solo a la borda para arrojarse al mar o si peleó con alguien, y le arrancó algún pedacito de piel, en fin, infinidad de detalles...

Pepiño: - Le pareceré servil, pero es mi trabajo, con su permiso señora.
Pepiño se dirigió raudo al camarote de Don Gregorio, quien abrió la puerta de inmediato, antes de que Pepiño le llamara a la puerta.

Lucila Ferreyra: - La luz de la mañana que se filtraba por algún lugar me sacudió de repente, no dándome cuenta al comienzo en qué momento del día estaba y temiendo haber dormido demasiado, ya que había caído en un sueño profundo. No, era aún temprano, sólo que todavía no podía acostumbrarme a los cambios de horario ni al lugar donde me encontraba. Entonces repasé los extraños acontecimientos de la noche anterior, ahora que mi mente parecía aclararse lentamente.El brillo de la fiesta, el salón deslumbrante, el baile… Todo se vio interrumpido de repente. Me acomodé en esa mesa grande, donde entablamos una conversación amena con la señora sentada al lado mío, oriunda de Chile. Comenzamos a hablar de nuestros respectivos lugares y de las visitas que cada una había hecho al país vecino. Florencia estaba acompañada por otra mujer que había conocido en el mismo barco, pero parece que habían entablado una amistad bastante estrecha. El aristócrata español estaba en la misma mesa, acompañado por su asistente, menos mal que ubicados en el extremo opuesto, así que no cruzamos palabra, por suerte., pero me pareció que en un momento me escudriñaban y hablaban en voz baja, como queriendo averiguar mi vida, y eso me molestó.
Entonces se acercó un hombre que observaba la mesa hacía rato, a invitar a mi compañera, así que ella se levantó. No me quedé mucho sentada, porque enseguida salí yo también a bailar con un español de una mesa contigua. Comenzamos danzando un vals o algo parecido y luego comenzó a sonar un tango. Me puse contenta, ya que era lo que estaba esperando, pero luego me di cuenta que me costaba seguirle los pasos, ya que él tenía el estilo “europeo”, como yo le llamo, que poco tiene que ver con la forma en que lo bailamos en la Argentina. De repente me llamó la atención Florencia, que abandonó el salón como una exhalación; pasó casi corriendo al lado mío, así que me quedé mirando, sorprendida. El muchacho (parecía bastante joven) que estaba conmigo algo dijo, pero ya no pude escucharlo. A lo mejor ellos se conocían de antes, pero me pareció que no era así… algo le habrá hecho, pensé, por su extraña actitud. Me fui a sentar, pero al rato la gente comenzó a abandonar el salón, era evidente que algo raro había ocurrido. Como movidos por hilos invisibles, salimos todos a cubierta. La gente se aglomeraba alrededor de algo que no pude ver qué era, pero alguien me dijo que había un hombre muerto. Intenté averiguar qué pasaba, pero aún no se sabía si había sido un accidente, un suicidio o un crimen. Pero si era esto último, eso significaba que había un asesino a bordo!
Estas palabras resonaban en mi mente mientras me dirigía al exterior de la embarcación, ahora que la mañana mostraba un espléndido día soleado. Exhalé aire fresco con una profunda inspiración, mientras el mar en calma invitaba a deleitar la mirada, cubierto por un manto plateado. Qué extraño giro había dado este viaje! Cómo era posible que la tripulación no tomara ningún tipo de medidas para protegernos? También se comentaba que ellos padecían de algún tipo de peste, era evidente que no querían alarmar a los pasajeros. Yo que abordé el crucero con la intención de descansar, conocer lugares exóticos e inspirarme en mis escritos de historia… Tal vez debería cambiar de género y escribir una novela policial o de suspenso, en fin, todo parece posible ahora, por qué no intentarlo?

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